Las cicatrices de un harakiri


Publicado en el Diari de Tarragona el 2 de diciembre de 2012


En el siglo III antes de Cristo, uno de los guerreros más osados de la antigüedad ocupaba el trono helénico de Epiro. La audacia del rey Pirro era mítica, tanto que llegó a cruzar el Adriático para enfrentarse a las legiones de la mismísima Roma. Logró vencerlas en varias ocasiones, pero siempre a costa de padecer un número desorbitado de bajas. De hecho, tras su triunfo en el asedio de Asculum, uno de sus colaboradores se dirigió a él para felicitarle. La contestación de Pirro trasluce una gran inteligencia, e incluso un fino sentido del humor: “otra victoria como ésta y estamos perdidos”.

Algo así debió de pensar Artur Mas la madrugada del pasado domingo, cuando su empeño por liderar de forma personalista el camino a la independencia naufragaba con estrépito ante la desolación de su séquito de adoradores y las carcajadas de sus rivales. El visionario profeta que pretendía conducir a su pueblo a la tierra prometida acabó convertido en un malogrado Ícaro, estampado contra el suelo por querer volar demasiado alto. El aguerrido William Wallace que iba a acaudillar la expulsión del pérfido invasor concluyó su aventura personal disparándose en el pie como un torpe Froilán, en una de las apuestas políticas más hilarantes de los últimos tiempos.

Pese a ello, la lectura de los resultados electorales que se ha propagado desde determinados partidos y medios estatales no deja de constituir un autoengaño en toda regla. Es evidente que Artur Mas ha fracasado hasta rozar el ridículo en su pretencioso intento de personificar el proyecto independentista, pero también lo es que la mayoría del electorado ha respaldado claramente la exigencia de una consulta sobre el tipo de relación que desea mantener con España, si es que desea mantener alguna en el futuro. El 55% de la cámara apoya explícitamente la creación de un estado propio (CiU + ERC + CUP), este porcentaje se eleva al 65% en favor de un referéndum (CiU + ERC + ICV + CUP), e incluso al 80% si la consulta se realiza respetando los procedimientos vigentes (CiU + ERC + PSC + ICV + CUP). ¿A qué viene, entonces, esa euforia entre quienes pretenden dejar las cosas como están?

Sin embargo, el principal problema al que hoy nos enfrentamos no es el modo de afrontar esta demanda popular, sino una situación económica que apenas otorga margen de maniobra a la Generalitat. El propio Artur Mas ha reconocido que su fuerza para dirigir el país se ha visto notablemente menguada, mientras Duran i Lleida ha admitido la posibilidad de adelantar nuevamente los comicios. Esta opción nos sumiría en una crisis política sin precedentes, y enterraría institucionalmente a un President irresponsable, aparentemente empeñado en convocar elección tras elección hasta lograr un resultado de su gusto. Son varias las posibilidades que se abren para lograr un respaldo suficiente al nuevo Govern.

CiU + ERC: Parece la fórmula preferida a día de hoy, al menos de boquilla, pero se enfrenta a muy serios problemas. Para empezar, el respaldo republicano obligaría a los convergentes a rectificar su programa económico, lo que terminaría de minar la credibilidad financiera del Govern ante el empresariado catalán (incluso los escuderos mediáticos de Mas comienzan a asomar la patita), ante el ministerio de economía (la Generalitat no ha entrado aún en bancarrota gracias a las aportaciones del FLA) y ante los mercados internacionales (nuestra deuda ya ha alcanzado la categoría de bono basura). Por otro lado, las prisas republicanas en su agenda independentista podrían precipitar una grave crisis interna en el seno de CiU, entre aquellos que apuestan por la secesión y quienes optan por un modelo menos rupturista. Por su parte, el apoyo a los presupuestos convergentes obligaría a ERC a aceptar un trágala de recortes sociales difícilmente digerible por sus bases. Aunque no debe descartarse que Mas y Junqueras intenten iniciar juntos su ansiado camino a la libertad, todo apunta a que podrían acabar como Thelma y Louise.

CiU + PSC: Las mayores dificultades para la sociovergencia se vislumbran por babor. El PSC es un partido carbonizado tras varios comicios consecutivos que parecen descartar la existencia de un suelo electoral socialista. Su respaldo a CiU les obligaría a aparecer ante sus futuros votantes como los escuderos de un partido liberal-recortador separatista, una estrategia electoral digna de los geniales asesores de campaña de Mas. El PSC sólo lograría un efecto positivo con este pacto: pasar a mejor vida y así dejar de sufrir.

CiU + PP: Ha sido tan encarnizado el enfrentamiento que ambos partidos han protagonizado en esta campaña que resulta impensable el único acuerdo que paradójicamente ha funcionado hasta ahora en la Generalitat. Aunque los populares se han permitido un par de días para hacer sangre con el batacazo de Artur Mas, Rajoy ya ha llamado al President para intentar reconstruir puentes. La derecha siempre será la derecha. Pero las heridas están aún abiertas y será necesario reposo para que cicatricen. Quizás dentro de un tiempo las relaciones puedan reconducirse si CiU modera sus maximalismos y el PP asume que el concierto económico catalán no es un ataque a la unidad de España sino su tabla de salvación.

Pragmatismo o ilusión, realidades o anhelos, cabeza o corazón… Como cantaba Germán Coppini, malos tiempo para la lírica.

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