Un proyecto de ciudad



Publicado en el Diari de Tarragona el 10 de julio de 2022


El pasado martes, la Capilla del Santísimo de la Catedral de Tarragona acogió la inauguración de dos nuevas salas del Museo Diocesano, completamente renovadas y abiertas al público desde esta misma semana. El acto fue presidido por el arzobispo Joan Planellas, y contó con la participación del alcalde de Tarragona, Pau Ricomà, el diputado de Servicios de Asistencia al Ciudadano de la Diputación de Tarragona, Juanjo Garcia, el canónigo responsable del patrimonio artístico y documental del Cabildo de la Catedral, Mn. Antonio Martínez, la directora de los Servicios Territoriales de Cultura en Tarragona, Lurdes Malgrat, y el propio director del museo, Andreu Muñoz. En palabras de este último, el objetivo de la reforma es “presentar un viaje ordenado de la historia bimilenaria del cristianismo a través del patrimonio sacro del Arzobispado de Tarragona”.

La primera de estas salas se ubica en el espacio ocupado en el pasado por la antigua tienda recuerdos, en la zona sur del claustro. Con el objetivo de rediseñar el itinerario museístico de la Catedral en clave cronológica, este primer punto del recorrido acoge, además de un audiovisual sobre la historia de la Iglesia en Tarragona, una pequeña muestra que se inicia en la época prehistórica, con algunas piezas descubiertas en las excavaciones de la cueva Josefina de Escornalbou. A continuación, podemos disfrutar de varios ejemplos de arte romano, como la conocida estela funeraria del auriga Eutyches, pasando por algunas piezas del cristianismo primitivo, y finalizando con una espectacular ventana islámica dedicada a Abderramán III, que probablemente llegó a nuestra ciudad procedente del conjunto palaciego cordobés de Medina Azahara.

Adyacente con esta sala encontramos el segundo espacio renovado durante estos últimos meses, que en su día constituyó el refectorio catedralicio. En este privilegiado entorno, que ha sido iluminado con una sutileza que invita al disfrute de las piezas expuestas en un ambiente de recogimiento, se han instalado una gran vitrina central repleta de auténticas joyas del período románico, como el ajuar del arzobispo Bernat d’Olivella, del siglo XIII, junto con varias imágenes de la Virgen. Los responsables de la reforma han sabido aquí combinar contenido y continente de forma magistral, retrotrayéndolos a los tiempos en que este lugar era utilizado por los canónigos como comedor. Así podemos observar la ventana que se usaba como pasaplatos desde la cocina, un fragmento de la antigua pavimentación, así como una mesa medieval de madera de tejo donde comían los clérigos catedralicios cuando aún vivían en comunidad.

La renovación museográfica de estas dos salas ha supuesto una inversión aproximada de 60.000 euros, sufragada gracias a la colaboración del Servicio de Museos de la Generalitat de Catalunya, la Diputación de Tarragona, la Fundación Mútua Catalana y el Arzobispado de Tarragona. Sin embargo, esta doble inauguración constituye sólo la primera fase de un proyecto mucho más ambicioso. Durante la segunda, prevista para el próximo año, se procederá a renovar las actuales tercera y cuarta salas del Museo Diocesano: la pinacoteca gótica de la capilla de Corpus Christi, cuya construcción fue encargada por el pavorde Guerau de Rocabertí en 1330, y la actual Sala Capitular, de estilo barroco. Y, por fin, la tercera fase representará la consagración definitiva de este activo cultural de nuestra ciudad como uno de los espacios expositivos de arte religioso más importantes del país.

Este último tramo del proyecto tendrá como objetivo recuperar la Casa dels Canonges, una edificación de 4.000 metros cuadrados en el ala norte del claustro, cuya restauración fue efectivamente comenzada hace unos años, aunque lamentablemente se detuvo tras la crisis económica de 2008. El traslado a este espacio cambiaría radicalmente las capacidades expositivas y el posicionamiento de este centro tarraconense en el ámbito del arte sacro nacional e internacional. Pensemos que el fondo patrimonial del Museo Diocesano abarca una impresionante colección de doce mil piezas, que abarcan desde la prehistoria hasta el siglo XXI, mientras las actuales salas apenas permiten exponer trescientas de ellas. Además, la culminación del proyecto permitiría consolidar el gran objetivo de “mejorar las estructuras del Museo Diocesano y reordenar el espacio actual con un relato coherente que tenga una voluntad pedagógica”, tal y como señaló el pasado martes Andreu Muñoz.

El arzobispo definió este proyecto como “un equipamiento al servicio de la Iglesia y del país”, un carácter dual que el alcalde Ricomà remarcó al señalar que, en realidad, lo que se relata en estas salas es la propia historia de Tarragona. Según Planellas, debemos “conservar la memoria como un signo de identidad”, y en este sentido, “es necesario que los museos eduquen a todo el mundo”. Al margen de estos beneficios intrínsecos, y aunque este aspecto apenas se tocó en la inauguración, a nadie se le escapa que contar con uno de los centros de arte sacro más destacados de la península impulsaría de forma sustancial el posicionamiento de Tarragona como destino cultural, un sector turístico caracterizado por un perfil de visitante cultivado respecto del lugar al que acude, respetuoso con el entorno que desea conocer, y que suele generar un impacto económico per capita sustancialmente mayor al del turista de chancla, tupper y sombrilla.

La oportunidad está ahí y el reto es de carácter fundamentalmente financiero. El coste de la adecuación de la Casa dels Canonges rondaría los tres millones de euros, y las obras durarían aproximadamente un año. Será necesaria la “complicidad de las administraciones y la generosidad del mecenazgo privado” para sacar adelante este gran proyecto de ciudad, que constituiría un activo de primer orden para el fomento de la cultura en nuestro territorio, recuperaría la frecuentemente maltrecha autoestima local, prestigiaría internacionalmente nuestra marca como destino turístico, y pondría en valor en imponente patrimonio artístico que se esconde tras los gruesos muros de nuestra Catedral. No volvamos a perder un nuevo tren.

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