Lanzar la primera piedra


Publicado en el Diari de Tarragona el 12 de septiembre de 2021


El culebrón veraniego de este año se ha hecho esperar. Apenas han transcurrido un par de semanas desde la dimisión de Xavier Novell i Gomà, quien fuera el obispo más joven del episcopado español, como máxima autoridad eclesiástica de la diócesis de Solsona. La Santa Sede aceptó fulminantemente la decisión, y el sacerdote guardó su mitra por "razones estrictamente personales". Sin embargo, el goteo de noticias delirantes que se ha producido tras su espantada, torpemente gestionada con una nocturnidad sospechosa y contraproducente, ha convertido esta rocambolesca renuncia en un guión de Alex de la Iglesia, como certeramente apuntaba un amigo hace unos días.

Por lo visto, el oscuro secreto que se oculta bajo este esperpéntico episodio se llama Sílvia Caballol, una joven escritora de relatos eróticos de quien la principal promesa del episcopado catalán se ha enamorado perdidamente. Esta psicóloga de Súria comparte dos hijos con un ciudadano marroquí, con quien vivió en Tetuán hasta que decidió regresar a Manresa. Si nos fiamos de las informaciones publicadas estos días, Novell ya se ha instalado con su pareja en esta población, donde el obispo emérito busca trabajo denodadamente, mientras ambos se mantienen con el sueldo que ella percibe como secretaria administrativa de una ONG del Bages. Aunque la diferencia de edad y de perfil dificultaba imaginar el ámbito donde se gestó el romance, parece que el punto de conexión fue la demonología: en efecto, él era exorcista titular desde 2015, y ella abordó la temática satánica en alguna de sus novelas. Más madera. Este aspecto ha hecho correr ríos de tinta sobre un desconcertante rumor, más o menos extendido entre el clero y la feligresía locales, acerca de la supuesta posesión diabólica del clérigo. Lo dicho: Alex de la Iglesia en estado puro.

Como era de prever en una sociedad cainita como la nuestra, todos aquellos que se la tenían jurada a Novell no han tardado en emprender una despiadada ‘vendetta’: la prensa conservadora madrileña, por sus flirteos con el proceso secesionista (después de haberlo cuestionado previamente); también varios colectivos progresistas, por su alineamiento con las corrientes eclesiales más tradicionales (después de haber irrumpido como un ‘enfant terrible’ con aires renovadores); incluso algunas entidades de la comarca, por su tendencia a gestionar los asuntos de la diócesis con mano de hierro (el único aspecto en que este controvertido y titubeante obispo parece haber mantenido cierta continuidad). Y todos ellos han ido a la yugular. Si hacer leña del árbol caído fuera un deporte olímpico, cada cuatro años tendríamos el oro garantizado en individual, parejas y relevos.

Hay quien no ha tardado en vincular estas andanzas con el eterno debate sobre el celibato. Si los sacerdotes pudieran casarse, dicen, no habría este tipo de escándalos. Obviamente. Y si el matrimonio occidental no estuviese construido sobre el concepto de fidelidad monógama, tampoco existirían los cuernos. La sopa de ajo ha vuelto a inventarse. No deja de resultar significativo que gran parte de los partidarios de esta ‘perestroika’ eclesial frecuentemente coincidan con quienes jamás pisan una parroquia ni por error. Aun así, debemos agradecer la sincera y desinteresada preocupación por la salud de la Iglesia que muestran quienes paradójicamente tienden a despellejar brutalmente a esta institución en cuanto encuentran ocasión. Sin duda, puede que el futuro nos depare un cambio de modelo en esta cuestión, pero quienes hoy son sacerdotes decidieron serlo libremente, conociendo perfectamente las limitaciones que dicha condición llevaba aparejadas.

Más bien, continuando con el léxico gorbachoviano, me temo que el problema fundamental que se ha puesto en evidencia durante este extravagante episodio ha sido la necesidad de afrontar un ‘glásnost’ que favorezca una mayor transparencia informativa. Algunas instituciones milenarias, como la Iglesia o la monarquía, arrastran verdaderas dificultades para interiorizar que actualmente el intento de preservar un manto de opacidad sobre situaciones incómodas conlleva habitualmente la multiplicación de problemas inmensamente mayores que los que se pretendían evitar. El grado de escándalo y de ridículo provocado por este incidente habría sido sensiblemente menor si, desde un primer momento, la diócesis de Solsona o el propio Novell hubiesen emitido un comunicado explicando sincera y honestamente la situación. ¿Quién se resistiría a comprender y disculpar a un ser humano que se reconoce subyugado por un enamoramiento arrebatador?

Efectivamente, supongo que hay pocas personas que no hayan experimentado un sentimiento similar, capaz de barrer cualquier lógica que la razón pretenda imponer. No es extraño llegar a un punto en el que, de forma inexorable, el corazón consigue desconectar el interruptor del cerebro, convirtiendo este amasijo de neuronas en un órgano más inútil y molesto que el apéndice. Precisamente, esta misma semana, una persona me ha comentado en confianza que acaba de embarcarse en una nueva relación sentimental de la que probablemente salga emocionalmente malparada, aunque se ve interiormente incapaz de hacer otra cosa. ¿Existe algo más humano que eso?

El lamentable espectáculo ofrecido por nuestro peculiar Pájaro Espino, sumamente doloroso para la mayoría de los católicos, podría invitar a caricaturizar al polémico personaje. Sin embargo, no parece muy cristiano cebarse con quien probablemente esté sufriendo una de las épocas más difíciles de su vida, con presuntos problemas psicológicos de por medio. Según ha aparecido en prensa, incluso hay apuestas sobre cuánto durará el romance, esperando que sea lo mínimo posible para acabar de hundir en la miseria al protagonista del sainete. Afortunadamente, también son muchos los que se niegan a participar en esta cacería pública. Es cierto que el obispo dimisionario ha gestionado las cosas de la peor manera imaginable, pero llegados a este punto, además de esperar mayor tino en la designación de nuevos obispos, sólo queda desear a Novell la mayor felicidad posible en esta nueva etapa. Y si alguien se cree inmune a las locuras del corazón, que lance la primera piedra.

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