La paradoja



Publicado en el Diari de Tarragona el 18 de junio de 2024


El centro de atención mediática en las recientes elecciones europeas se focalizaba en el resultado comparativo de los dos grandes partidos españoles. Esta pugna no ha arrojado ninguna sorpresa, pues el PP ha ganado los comicios (como ya lo hizo en las generales, y como preveía todo el mundo, salvo Tezanos) por una distancia lo suficientemente amplia para preservar el liderazgo conservador de Alberto Núñez Feijóo y lo suficientemente estrecha para descartar el vuelco plebiscitario que temía Pedro Sánchez.

La verdadera noticia se ha producido en el resto de formaciones de ambos bloques, cuyos resultados deberían preocupar seriamente tanto al PSOE como al PP, por motivos paradójicamente opuestos: el problema del centro-izquierda es el fracaso de la extrema izquierda, y el problema del centro-derecha es el éxito de la extrema derecha.

En efecto, por un lado, el gatillazo de Sumar (un partido que ha obtenido un respaldo equivalente al del exótico Alvise Pérez, llevándose por delante a Yolanda Díaz) y la marginalidad de Podemos (con un ridículo 3,3% de los votos, que convertiría a esta formación en extraparlamentaria si existiera un porcentaje mínimo de corte), cuestionan el apoyo ciudadano con el que cuenta actualmente el bloque del gobierno, y arroja serias dudas sobre la viabilidad de una nueva mayoría en el Congreso tras unos eventuales comicios adelantados.

Paralelamente, el crecimiento de Vox (que pasa de 4 a 6 escaños) y la irrupción de ‘Se acabó la fiesta’ (un histriónico experimento ultra, con un futuro todavía impredecible) echan por tierra el sueño popular de lograr una reunificación de la derecha bajo la batuta de Feijóo. El problema del PP no son los resultados (ha ganado en las dos últimas convocatorias a nivel estatal) sino sus limitadas ofertas de pacto en un escenario cada vez más atomizado. Y en Génova saben que la perspectiva de gobernar con tipos como Abascal o Pérez destroza sus expectativas electorales en el centro sociológico.

Por cierto, deberíamos ir superando esa tendencia facilona de menospreciar a los ultraderechistas, describiéndolos como casposos nostálgicos de la dictadura. El paradigma está cambiando, especialmente entre los más jóvenes. Formaciones de este perfil han ganado en Francia, Italia o Austria, y han quedado segundos en Países Bajos o Alemania (arrasando en el territorio de la antigua RDA). Esto no va de franquismo. Incluso en Catalunya avanza un partido con un discurso similar en clave independentista. Para tomar nota, porque irá a más.

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